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lunes, 29 de julio de 2013

El huevo de oro. Donna León.


Narra la investigación de la muerte de un hombre supuestamente retrasado y sordo que trabaja en la tintorería donde el comisario Brunetti y su esposa Paola llevan su ropa, siendo ésta  última, provocada por un sentimiento de culpa con el difunto, quien insta y casi obliga a su esposo a iniciar las pesquisas apropiadas.


No me he podido resistir a leer esta entrega, salida del horno en mayo de 2013, primero, porque tengo debilidad por el comisario Brunetti, y segundo, porque estamos en Julio, y Venecia me parece un entorno  idóneo en estas fechas. Ya sabéis de mi devoción  por esta autora, la llaman la  dama de la novela negra, sobrenombre que  parece acertadísimo, ya que pocos como ella tienen el elegante  talento de escribir auténtica novela negra, saber imprimirles ese aire de personajes oscuros, marcados por sus vivencias personales.


 Admiro  el uso del lenguaje, genial  sin duda, además de emplear vocablos en italiano, que le imprime la fuerza de este idioma a toda la novela, hay fragmentos espectacularmente brillantes, como éste:

“Brunetti sonrió, enamorado de su idioma. De niño las había visto: mujeres de negro cubiertas por un velo que se inclinaban como si quisieran besar el banco .Baciare il banco. Únicamente el dialecto de la anticlerical Venecia podía transformar el concepto, la acción y la idea con un desprecio tan acerbo. Basabanchi.”


Eso como muestra, además de leer cómo comen tramezzinos y  beben Prosecco, un vino espumoso hecho con una uva cultivada en el área de Venecia, que, por más señas, es el sustituto barato del champán y principal componente del cóctel Bellini (¡gracias, Wikipedia!). Como anécdota curiosa.

Otra de las influencias de mi padre y sus recopilatorios de música italiana…Os sugiero leer esta novela con sonidos de Mina, como la suave “Non credere”. Friki total.


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